Un espacio de información y libertad
¿Ética?
Compartir
La ética es una rama de la filosofía que se ocupa del estudio de la moral, de lo correcto e incorrecto en el comportamiento humano y trata sobre los principios que rigen nuestras acciones y decisiones, así como los valores y normas que las guían.
La ética busca responder preguntas como: ¿Qué es lo bueno o lo justo?, ¿Cómo deberíamos actuar en determinadas situaciones?, ¿Cuáles son nuestras responsabilidades hacia los demás?
Pues bien, para hallar respuestas a estos interrogantes existen varias corrientes que abordan estas preguntas de diferentes maneras, como la ética deontológica, que sostiene que las acciones son correctas o incorrectas en sí mismas, independientemente de las consecuencias; un ejemplo es la filosofía de Kant, donde postula que debemos actuar de acuerdo con reglas universales.
La ética utilitarista, enfocada principalmente en las consecuencias de nuestras acciones y donde sostiene que una operación es correcta sí produce bienestar para el mayor número de personas.
Por otro lado está la ética de la virtud, que en lugar de centrarse en las reglas o las consecuencias, se basa en el carácter moral y se pregunta qué tipo de persona debemos ser y qué virtudes debemos cultivar, como la justicia, la honestidad o la generosidad.
Por su parte, la ética del cuidado, se enfoca en las relaciones interpersonales y destaca la importancia de la responsabilidad hacia los demás, especialmente en contextos de vulnerabilidad y dependencia.
La ética es fundamental en muchas áreas, como la medicina, la política, la economía, los negocios y los medios de comunicación, ya que ayuda a tomar decisiones justas y responsables en situaciones complejas en las que se pone a prueba este valor y se actúa según reglas lógicas que no contradicen lo que a simple vista está hecho de la manera correcta, así en ocasiones, los resultados no sean tan dadivosos para algunas personas.
Expuesto de esta manera, la ética es una metodología fantástica que nos muestra un mundo casi perfecto, donde se actúa de manera justa y responsable, donde se acciona conforme a lo que se dice y se piensa, donde se apartan los intereses personales para ir en busca de lo correcto y lo bien hecho en favor del colectivo o de uno mismo, sin que para ello implique abandonar las perspectivas o criterios propios.
Pero, en una sociedad como la nuestra, donde campean acciones vergonzosas, como la de aquellos que hablan de ética, pero no la emplean y caen en lo que comúnmente se conoce como hipocresía moral o disonancia ética, fenómeno que ocurre cuando un gárrulo defiende principios morales públicamente, pero en su comportamiento personal o profesional procede de manera contraria a esos abecedarios, o peor aún aquellos que dan cátedra de moralidad cuando su prontuario es realmente de muy dudosa reputación, en una sociedad así, la ética pierde realmente su verdadero sentido.
Tamaña incoherencia ocurre por factores como los intereses personales, cuando los individuos entienden lo que es correcto desde el punto de vista ético, pero sus apetitos personales como el poder, el dinero, la vanidad, el placer o el reconocimiento, prevalecen sobre esos rígidos manuales.
Algunas personas pueden no ser conscientes de que sus acciones contradicen sus palabras y es ahí cuando la autojustificación y los sesgos cognitivos pueden hacer que vean sus errores como aceptables, aunque objetivamente no lo sean.
A veces el entorno en el que se trabaja o se vive puede presionarnos para actuar en contra de los compendios éticos, por ejemplo, alguien puede hablar de la importancia de la transparencia, pero en un ambiente corrupto sucumbe rápidamente a las prácticas mañosas por temor a represalias o para encajar en esos grupos donde, en muchas ocasiones, el recto y legal no gusta y es víctima de burla, acoso, persecución y matoneo.
Hablar de ética es fácil, pero aplicarla requiere valentía, especialmente cuando las circunstancias son reñidas porque defender principios éticos significa tomar decisiones difíciles, enfrentar conflictos o incluso sacrificar beneficios propios y algunas veces se corre el riesgo de evitar esos costos y es ahí cuando se comprometen los valores.
El doble discurso ético es especialmente dañino en figuras públicas como políticos, líderes empresariales o personajes en los medios de comunicación, porque su incoherencia no solo afecta su credibilidad personal, sino que también erosiona la confianza de la comunidad en los sistemas o instituciones que representan, y en especial en aquellos que siempre han creído en todo lo que él o ella dice y asegura.
En el área del periodismo se ha dicho siempre que se debe separar el departamento de redacción del área comercial, para que la pauta no dependa de los contenidos, y aunque se expresa, se asegura y se hace propaganda con este valor, al final todo se convierte en una absurda mentira por cuanto un gobierno o empresa que pauta en un medio reclama siempre elogios, aplausos y adulaciones, que al no tenerlas o caso contrario, recibir críticas, se desquitan con la suspensión de la pauta y el que diga que no es así, está faltando a la verdad y a la ética.
Una frase común que ilustra este fenómeno es «predicar, pero no aplicar», es decir, las personas que promueven bienes éticos sin adherirse a ellos, y en muchos casos la inconsistencia entre el discurso y la acción genera desilusión en quienes observan estas contradicciones tan frecuentes en la raza humana y tan normales en una sociedad atacada por el feroz fantasma del ego que convierte en serpiente venenosa a la mansa paloma y en monstruo inhumano a la obediente oveja del rebaño.
En muchos sectores, el beneficio económico se ha convertido en una prioridad, y esto va en detrimento de los principios éticos, porque las grandes corporaciones, por ejemplo, a veces toman decisiones que favorecen sus resultados financieros sobre el bienestar de sus empleados, clientes o el medio ambiente y el capitalismo globalizado ha hecho que el éxito económico prevalezca sobre la responsabilidad social o el comportamiento ético que figura en la visión y misión expuestas en enormes carteleras.
Aunque la ética no ha desaparecido del todo, el mundo actual enfrenta retos muy fuertes en un contexto de cambios rápidos, complejidad global, creciente polarización, descomposición financiera, hambre, necesidad, guerra y en muchas áreas, la ética ha sido desplazada y comprometida por factores como el poder, la acumulación de fortuna, la tecnología, la política o sencillamente por aquello de la “supervivencia” en un ambiente cada vez más incierto y hostil.