El decirle la verdad a alguien, no es tarea fácil. Tanto para quien la expresa, como para quien la escucha, pues en la mayor parte de los casos, muy pocos llegan a tener el valor para decirle una verdad a otro sobre su comportamiento, sin que resulte menos difícil el escucharla.
De ahí que la verdadera amistad se confirma cuando alguien le dice a otro una verdad sobre él, haciéndolo de forma prudente y asertiva.
Nuestros verdaderos amigos, resultan ser aquellos que nos quieren lo suficiente, como para decirnos la verdad sobre nosotros.
Se dice que la verdad libera, pero primero en muchos casos enfurece a quien la oye, y ésto parece especialmente cierto en el caso de la amistad, ya que es algo que puede llegar a convertir la amistad en algo incómodo.
De ahí que nada, pero nada, resulta desaforado decirle la verdad a otra persona, buscando tener la sabiduría de expresarla con honestidad, y procurando no herir al oyente, ni mucho menos atendiendo motivos erróneos.